La calidad de la asistencia sanitaria que ofrece Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) es bien conocida en Sudamérica.
La organización brinda una completa cobertura gratuita para el afiliado y su grupo familiar.
FIFPRO recopila tres casos de futbolistas que lograron sortear dificultades extremas gracias a la acción de la “obra social” de FAA.
Las obras sociales forman parte del sistema nacional de salud en Argentina. Son organizaciones que prestan asistencia sanitaria integral a trabajadores y jubilados.
El rasgo distintivo del país es que muchas de ellas están administradas por los sindicatos de cada sector laboral y financiadas por un porcentaje del salario mensual, fijado por ley. A esa cantidad aportan tanto trabajadores como empleadores.
Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA) no es la excepción. A través de su obra social ofrece una cobertura de salud completa y gratuita no sólo a sus afiliados y afiliadas, sino también a sus respectivos grupos familiares.
Pueden atenderse sin cargo en diferentes especialidades médicas en la sede de FAA en Buenos Aires o beneficiarse de la atención en hospitales y centros de salud a lo largo de todo el país, entre otras muchas facilidades.
“El gremio argentino es un ejemplo de los servicios que tiene para los futbolistas”, elogió Roberto Silva Pró, presidente del sindicato peruano SAFAP, en una entrevista reciente con FIFPRO.
Te presentamos tres casos de futbolistas que lograron sortear dificultades extremas gracias a la acción logística y humana de la obra social de FAA.
Una bacteria rebelde en un corazón delicado
Brandon Obregón juega en Chaco For Ever, un club histórico de la Provincia del Chaco, ubicado junto a la frontera con Paraguay y a más de 900km al norte de Buenos Aires. Hoy milita en la Primera B Nacional, la segunda categoría del fútbol argentino.
En noviembre pasado Benicio, su hijo de 7 años, estaba internado en una clínica local con fiebre alta, vómitos, baja saturación de oxígeno y sus plaquetas bajando a la velocidad de la luz. ¿Lo peor? Los médicos no daban con el diagnóstico de un niño con múltiples síntomas y una historia clínica de alto riesgo, con tres cirugías de corazón por una cardiopatía de nacimiento.
“Nos dijeron que le iban a hacer una transfusión de plaquetas. Eran las cuatro de la mañana y con mi mujer decidimos llamar a Ana María”, cuenta Brandon.
Ana María Spirito es la responsable de la obra social de FAA.
“Era de madrugada y nos atendió igual. ¿Quién te atiende de una obra social a esa hora? Le contamos que no teníamos diagnóstico, que nos trataban mal, que lo trataban mal a Beni, que nos decían que había cosas que no estaban cubiertas por nuestro plan. Pero el problema no era la plata, era que lo atendieran bien y nos dijeran qué tenía”.
Spirito los tranquilizó, discutió con la clínica por las coberturas y, en un par de horas, puso un avión sanitario a disposición de los Obregón para trasladarlos de urgencia a Buenos Aires. A la tarde, tras recibir dos transfusiones de plaquetas para soportar el vuelo, Benicio estaba camino hacia la capital argentina.
Brandon Obregón, junto a su hijo Benicio, en 2022 cuando jugaba en Quilmes
La obra social los acomodó en la Fundación Hospitalaria, el mismo lugar donde habían tratado a Benicio desde su nacimiento por su cardiopatía.
Allí lo diagnosticaron con Covid y sinusitis. Lo medicaron pero al terminar la medicación la fiebre alta volvió. Fue cuando descubrieron que tenía un tipo de bacteria que, en pacientes con el estado cardíaco de Benicio, provoca endocarditis, una infección del revestimiento interior del corazón.
“Era 24 de diciembre pero le pedimos a la obra social un nuevo traslado porque la cardióloga de él y su equipo, que lo atendieron desde pequeño, ya no trabajaban en la Fundación sino en el Hospital Italiano”.
El Italiano es uno de los centros médicos más prestigiosos del país. “Ahí confirmaron el diagnóstico y lo medicaron durante un mes por vía endovenosa. Era una bacteria muy rebelde que se escondía en su prótesis del corazón, era muy difícil detectarla”.
El agradecimiento de Brandon y familia por la atención es total: “Siempre llamando para ver cómo estábamos, si necesitábamos algo. Nos consiguieron una habitación sólo para Beni, nos dieron la comida, los medicamentos, las internaciones, nos hicieron los traslados rapidísimo sabiendo lo que suelen tardar por la burocracia que hay. Incluso nos llamó Sergio [Marchi, presidente de FAA y de FIFPRO]. Estuvieron siempre presentes también desde el lado humano”.
Los Obregón jamás habían usado la obra social de Agremiados hasta que, dos semanas antes de nacer Benicio, un ecografista descubrió su problema de corazón. Ahí se contactaron como afiliados con la sede de Agremiados y les dijeron que los iban a llamar. Fue cuando conocieron a Spirito.
“Donde estábamos no existía la complejidad necesaria y nos trasladaron. Ana María se encariña mucho. Benicio tuvo una cirugía de corazón muy complicada, con una prótesis carísima. Y la obra social siempre se hizo cargo. Por su condición, tal vez unos mocos lo mandaban a internación. Y ella siempre nos dijo que le avisáramos, que ellos se encargaban”.
Brandon Obregón, en Chaco For Ever
Un pedacito de hoja que pudo costar una vida
Sergio Sagarzazú, hoy 37 años, tenía contrato en 2023 en Sarmiento de Resistencia (Chaco), participante del Torneo Federal A, la tercera categoría nacional del fútbol argentino.
Era 23 de diciembre y manejaba su coche rumbo a sus vacaciones en Buenos Aires cuando sintió que, por la ventanilla algo abierta, algo le entraba en el ojo izquierdo. Entre el 24 y el 26 lo que era una molestia se transformó en un dolor insoportable.
Durante esos días se hizo atender varias veces, siempre con la misma respuesta: no tenía nada, unas gotas oftalmológicas resolverían todo.
El 27, tras pasar una noche internado con morfina por el dolor, lo vio un nuevo oftalmólogo.
“Me sacó un pedacito de hoja del ojo”, recuerda Sergio. La felicidad por sentirse mucho mejor duró poco: por el tiempo que pasó la hoja dentro de su ojo se le formó un hongo.
“Empecé de a poquito a perder la visión. El 1 de enero prácticamente ya no veía más nada de ese ojo. Ahí mi señora decide llamar a Ana María. ‘Quédense tranquilos, no están solos. Yo me encargo de todo’, le dijo”.
Sergio fue trasladado de inmediato al Hospital Británico de Buenos Aires, donde se encontró “con un equipo médico impresionante”.
Tras una batería de estudios, le detectaron qué tipo de hongo tenía. Le cambiaron la medicación pero el médico lo enfrentó a la verdad: “Lo que menos me interesa es tu vista. Hoy te tengo que salvar la vida porque corrés riesgo de que este hongo literalmente te coma el ojo y te vaya la cabeza”.
Luego de un tratamiento intensivo, controlaron el hongo. Pero no lograban erradicarlo. El médico le dio como alternativa una técnica quirúgica. La primera no funcionó por la acción del hongo. Recién la segunda operación dio resultado.
Eran tres meses de tratamiento que pronto se transformaron en seis. En nueve. En once. Sergio ya no tenía dolor pero seguía sin ver.
Sergio Sagarzazú (centro), junto a su esposa Macarena (izq) y Ana María Spirito (dcha)
“Mientras tanto la obra social estuvo conmigo todo el tiempo”, agradece Sagarzazú. “Ana María y todo el equipo de Agremiados siempre estuvieron al lado mío mientras estuve internado, cuando me operaron, acompañando a mi señora. Me cubrieron obviamente todo lo que es operación, la medicación, los tratamientos, los estudios, una habitación aparte, la comida... Todo. Siempre pendientes de lo que necesitaba, siempre encima. Un día Ana María me consiguió una medicación especial, preparada, en tres horas. El médico no sabía cómo lo había logrado en tan poco tiempo. Conseguirla suele tardar dos días”.
“Incluso me dieron asistencia psicológica por el shock que estaba pasando. Todavía sigo atendiéndome con Matías, psicólogo de la obra social”.
El 23 de diciembre de 2024 Sergio fue trasplantado de córnea. No podrá volver a jugar al fútbol por el riesgo a recibir golpes pero está recuperando definitivamente la vista. Consiguió el donante a través del Incucai, el organismo estatal a cargo de la donación y el trasplante de órganos. Pero si no hubiese tenido la suerte de conseguir uno en tiempo récord, la obra social de FAA le hubiese comprado la córnea en Estados Unidos.
“A mí me hubiese sido casi imposible hacerlo, hubiese tenido que vender cosas. Al final no hizo falta porque increíblemente apareció un donante, pero cuando de la obra social nos dijeron que ellos la compraban, que nos quedáramos tranquilos, con mi familia nos abrazamos y lloramos”.
“Lo que hacen es impresionante. Te atienden no importa si sos Messi, un jugador de River o Boca o uno de nosotros que está en una categoría menor. Pero no sólo por la cobertura médica sino por cómo todos le ponen el cuerpo a que no te falte nada y te sientas acompañado”.
Sergio Sagarzazú, durante su paso en 2023 por el Deportivo Mandiyú de Corrientes
Juancho, 19 años de cuidados de primer nivel
En 2005 Claudio Verino tenía 19 años, un puñado de partidos en la primera de Unión de Santa Fe y, en un pestañeo, la vida dada vuelta: su primer hijo, Juancho, a los pocos segundos de nacer, estaba en una situación crítica.
“Se puso todo morado, lloraba como un ternerito”, cuenta Claudio. “Gracias al gremio estábamos en la mejor clínica de la provincia de Santa Fe y un cardiólogo pediatra lo pudo ver. Juancho nació con una malformación en el corazón. Había que trasladarlo urgente a Buenos Aires pero en esa época eran mínimo ocho horas de ruta, no se sabía si en ambulancia llegaba vivo”.
Claudio se comunicó con la persona que era nexo de la obra social en la provincia. Ella, Estela, llamó a Spirito. En poco tiempo un avión sanitario estaba a disposición de los Verino.
“Ahora los veo a todos y les doy un abrazo de agradecimiento, pero en ese momento yo no sabía ni quiénes eran las personas que dirigen el gremio, la obra social, la gente que trabaja ahí. Fue algo increíble que actuaran de esa forma. Me acuerdo de Estela que me decía todo el tiempo ‘no se preocupen por la plata, nosotros estamos para esto, no van a poner un peso’. Yo, criado en el medio del campo, no entendía nada. Hacía poco que jugaba y ganaba dos con cincuenta”.
“Encima ese día había habido un accidente muy grave en Bariloche, en el sur del país, y los servicios de salud estaban destinados ahí. No sé de dónde Ana María sacó un avión. Además del gremio tuvimos un Dios aparte. Si no, no llegábamos”.
Claudio Verino y su familia. Juancho, arriba a la derecha.
La obra social les dio a elegir entre tres establecimientos top. Fueron a la Fundación Favaloro, un referente mundial en cardiología. Juancho fue directo a terapia intensiva y Claudio se desplomó. “Pensé que me moría de la angustia”, dice. Una chica se le acercó: “Soy del gremio. Vamos a tomar un café. Quedate tranquilo que está en las mejores manos, va a estar todo bien”.
Luego de ocho horas le informaron que la operación había salido perfecta. Pero la esposa de Claudio todavía estaba a 600km, recuperándose de la cesárea. Por la cirugía no podía viajar en avión a estar con su hijo. “Ana María mandó una persona que la pasó a buscar por la puerta de la casa y la trajo hasta la clínica. Yo siempre digo que ella es nuestro ángel de la guarda”, recuerda emocionado Verino.
Juancho estuvo internado 21 días. Pese a tener lugar en lo de unos familiares para quedarse a dormir en la ciudad, la obra social le pagó a los Verino un hotel enfrente de la clínica para que estén a apenas una calle de su hijo.
Hoy, con 19 años, ha pasado por varios cateterismos y una operación a corazón abierto. “El gremio se hizo cargo de todo”, insiste Claudio, que jugó toda su carrera en clubes de las categorías de ascenso y hoy defiende los colores de Juventud Unida en el cuarto escalón del fútbol argentino.
“No te hablo de una intervención de 5.000 dólares. Te hablo de una de 35.000. Cuando tuvimos problemas con un par de médicos, estuvieron ahí a los gritos para solucionarlo. Cuando le pusieron el stent, el médico me llamó aparte y me dijo ‘ustedes tienen la mejor obra social del mundo, este tipo de material no lo quiere comprar ninguna’. En mi familia vamos a estar agradecidos toda la vida con Sergio Marchi, con Ana María, con todas las personas que trabajan en el gremio”.
Claudio Verino, con la casaca de Juventud Unida
Fuente FIFPRO