SOBRESantiago MeleArquero destacado de la cantera uruguaya, jugó el Mundial Sub-20 de 2017. Tras pasar por Europa, regresó a Uruguay. Hoy juega en Unión (Argentina), donde impuso una cláusula benéfica en su contrato. |
Soy Santiago Mele, soy arquero y hoy, con 25 años, después de haber pasado por un periodo de sanación personal, estoy orgulloso de poder aportar algo positivo con mi trabajo como futbolista, que tenga un impacto social y que también transmita un buen mensaje para el fútbol.
Desde 2020, gracias a una idea que surgió con mi abogado Nacho, incluyo en mis contratos una cláusula benéfica basada en mi rendimiento. Es decir, yo me desvivo por atajar una pelota y eso tiene una consecuencia buena para otras personas.
Comencé a hacerlo cuando volví desde Turquía a jugar a la Liga uruguaya, en Plaza Colonia. En 2021 pude repetirlo cuando firmé para mi actual club, Unión de Santa Fe, uno de los grandes del interior de Argentina.
En Plaza, la cláusula se disparaba por cada penal que atajaba. Ahora en Unión tengo que llegar a cinco partidos sin que me hagan goles. Me da mucha motivación y confianza plantearle a un club que me tengo tanta fe que, el premio que podrían darme a mi, tiene que usarse para ayudar.
Es una manera también de que todos los futbolistas nos demos cuenta que no todo es tener una buena carrera. Por suerte de mis compañeros tengo muy buena recepción porque en Plaza y acá en Santa Fe me tocaron grupos increíbles.
En Unión hay mucha gente que quiere ayudar y sabe que la vida no solo es fútbol. Gracias a la cláusula, fuimos con compañeros de equipo a entregarle las pelotas profesionales adecuadas y equipamiento a Los Búhos, un equipo que representa a la provincia en el campeonato argentino de fútbol para ciegos.
Fue un día muy emocionante, de momentos increíbles con ellos. Yo tal vez me amargo porque me como un gol pero ellos no pueden ver. Y son muy felices. Es una forma de salir de la burbuja del fútbol, de poner en perspectiva que, por más que uno le dedica todo a ser futbolista, ganar o perder no es lo más importante del mundo.
Esta es una profesión muy competitiva, en parte muy egoísta. Servir y estar en contacto con la realidad me da una gratificación diferente y más plena.
En Uruguay pude hacer algo parecido con los penales que atajé: entregar material para jugar a un equipo de futbolistas amputados y a una huerta a la que van chicos con Síndrome de Down y con esquizofrenia. Me gusta apuntar las acciones sociales para ese lado.
A veces me preguntan por qué me decidí a hacer esto pero es muy difícil explicar exactamente el origen. Se fue decantando. Me vienen a la memoria momentos de mi infancia, cuando mi madre, que es doctora, ayudaba a gente que dormía en la calle o de barrios muy humildes. Ella me inculcó esa educación y fue determinante.
Pero el inicio grueso de esto fue estando en Turquía. Llegué a un punto en el que ya no quería estar ni un día más ahí. Me cuestioné si iba a seguir jugando al fútbol. Pasé dos años sin jugar y situaciones muy difíciles lejos de mi familia, de mi hábitat natural.
Tenía atracones de ansiedad, de no parar de comer. No sentía el fuego de dedicarme a ser futbolista como sabía que podía hacerlo.
Quería volver a Uruguay pero mis representantes de entonces insistían en que me quedara en Turquía. Inicié una búsqueda de ver quién era yo, quién era Santiago. Porque desde chico siempre había jugado y no me había cuestionado muchas cosas.
Esa búsqueda incluyó a mi padre, porque yo no me crié con él. No tenía una relación. Y también darme cuenta que necesitaba conectarme con mi niño interior, el que soñaba con jugar al fútbol y disfrutarlo.
Cuando volví a Uruguay un amigo que trabajaba en una fundación benéfica me llevó un Día del Niño a jugar con los chicos y para mí fue… Espiritualmente me renovó.
También me reencontré con la fe. A mi me faltaba algo adentro que no lo llenaba nada: ni la comida, ni el fútbol ni la plata. Y esa relación con Dios fue la pieza que me faltaba.
Decidí cambiar el foco y la gente que me rodeaba porque sus intereses no iban con los míos. Aposté a quedarme en Uruguay y empezar de nuevo, haciendo las cosas como yo quería y con el entorno que quería. Volví a disfrutar.
En ese proceso largo me di cuenta que antes de futbolista soy una persona. Y que estoy en un lugar que tiene un impacto social grande. Lo que hace y dice un futbolista trasciende.
Hay muchas personas que hacen esto, pero si lo hace un jugador tiene mucha más visibilidad. Por ejemplo, lo mío está teniendo mucha difusión y están surgiendo cosas nuevas sin que haya objetivos deportivos de por medio. Se están acercando empresas que quieren colaborar en lo que se necesite y es algo genial.
Mientras, ya tengo otra vez cuatro vallas invictas. Con el club y con mi gente estamos definiendo qué nueva acción hacer cuando llegue a la quinta.
Cada dos semanas, nuestra serie #CommunityChampion destaca las actividades de un jugador o jugadora profesional que ayudan a mejorar la vida de otras personas de su comunidad.
Desde 2008 y a través del Premio al Mérito, FIFPRO ha honrado a los jugadores profesionales que hacen una gran contribución a una obra de beneficencia.
(*) Fuente fifpro.org